El diccionario de la RAE define bulo como "noticia falsa que se difunde, generalmente, con el fin de perjudicar a alguien". Respecto al tema que nos ocupa hoy, la cuestión sería definir quién sería aquí el perjudicado; si nuestros niños por someterlos a procedimientos o creencias innecesarias, o nosotros como padres sometidos a estas creencias que nos confunden y asustan. Y como la información es poder, eliminaremos ese factor de la difícil ecuación de la crianza, hablando de algunos bulos o leyendas urbanas por las que nos preguntan frecuentemente en el grupo
LOMBRICES Y BRUXISMO
Si el niño rechina los dientes por la noche, es habitual escuchar que tiene lombrices. Lo dice la abuela, la vecina, y, a veces, hasta el doctor Google. Se considera que durante la dentición temporal, el rechinamiento de dientes es un patrón fisiológico, una forma que tiene el cuerpo de establecer a nivel neuromuscular ciertos movimientos. Es decir, que un niño rechine los dientes mientras duerme es "normal”, aunque se escuche desde la habitación contigua. En niños menores de un año suele aparecer también un rechinamiento temporal a medida que erupcionan los primeros dientes. Se debe a la novedad, les hace gracia como suenan y descubrir que son ellos los que lo provocan.
Antiguamente se creía que las molestias y picores que ocasionaban los oxiuros provocaban el bruxismo; Para saber si tiene lombrices lo más fácil es "buscar el bicho"; mi compañera Andrea Masiá escribió estupendamente sobre los oxiuros o lombrices. ¿Cuándo consultar porque un niño rechina los dientes? A grandes rasgos, si coexisten apneas de sueño o alguna otra alteración del patrón normal de sueño, si el desgaste de las superficies dentales es exagerado o notáis su aparición en un breve período de tiempo.
UNTAR APIRETAL EN LA ENCÍA
Un clásico. A estas alturas nos falta poco para cogerle cariño a esta leyenda urbana. Dicen que dicen, que si untas Apiretal© (paracetamol) en la encía del lactante durante la erupción de los dientes, nuestra inocente criatura deja de sufrir por ellos. También se puede conjurar un “Expecto Patronum”; tienen el mismo efecto.
La erupción de los dientes temporales no duele, es un proceso fisiológico como el crecimiento de uñas y cabello. Los dientes no “rompen” la encía, ni “enhuesan”. La erupción empieza intraútero, por lo que sería imposible decir en qué momento exacto un diente va a salir o le molesta; no aparecen de un día para otro, ni de una semana para otra. Salvo que se medique al niño durante sus primeros dos años, es improbable decir con seguridad que un analgésico le ha hecho efecto para el “dolor de erupción”.
Por otro lado, la formulación farmacéutica del Apiretal no permite su absorción por vía mucosa. Es decir, no está haciendo efecto analgésico cuando se unta en la encía. Lo que sí existe es cierto riesgo de ingerir una parte, que no seremos capaces de cuantificar, aumentando el riesgo de intoxicación.
¿Y por qué se calma el niño? Si está molesto (que no dolorido) por la erupción, hacerle un masaje con el dedo y agua fría hace el mismo efecto, es inocuo, no tiene efectos secundarios (salvo que no os lavéis las manos o que el niño decida probar su capacidad caníbal) y es más barato.
¿Acaso cuando os duele la cabeza os frotáis el paracetamol en la frente? El que siga con dudas, puede hacer tranquilamente la prueba.
COLLARES DE ÁMBAR
El ámbar es una resina fosilizada de origen vegetal, una piedra semipreciosa que se usa habitualmente en joyería. El ámbar tiene un precio relativamente elevado; los collares de bolitas amarillas que se venden como tal por menos de diez euros no son de ámbar auténtico. Un experto en joyería nos podría explicar mejor cómo distinguirlos.
Como cualquier “piedra” el ámbar no tiene ninguna cualidad curativa o calmante científicamente demostrada. Me remito al apartado anterior, la erupción es un proceso fisiológico.
Añadir que existe un elevado riesgo de accidente si un niño menor de dos años lleva un collar, está totalmente desaconsejado por el riesgo de ahorcamiento (al engancharse en cualquier sitio) o ahogamiento (si se rompe y traga una de las cuentas, aunque tengan nudos entre ellas, se pueden deshacer)
FLÚOR igual a VENENO
El uso de flúor diario ha demostrado ser la forma más eficaz de prevenir las caries, tanto en niños como en adultos. Siendo la caries una de las diez enfermedades de mayor prevalencia mundial, el uso de dentífricos fluorados es una medida sanitaria buena y barata. Pero hace años han ido apareciendo “teorías de la conspiración” variadas, con el flúor como protagonista absoluto.
El flúor es un elemento químico con gran poder reactivo, es decir, tiene capacidad de unirse a casi cualquier otro elemento. Puro es altamente peligroso, y de ahí su mala prensa (y de la falta de conocimientos elementales de química). En la naturaleza no se encuentra de esta forma, sino formando compuestos con otros elementos; según quien sea su compañero será más o menos peligroso. En nuestra boca se convierte en pareja de hecho de la hidroxiapatita del esmalte dental, transformándola en fluoroapatita, un mineral de mayor resistencia.
El flúor de los dentífricos actuales viene en forma de fluoruro sódico o fluoruro de estaño, que son sales minerales como la sal de mesa. Y como ya dijo Paracelso hace unos cuantos años “la dosis hace al veneno”: si le pones un poco de sal al filete no te pasa nada, si le hechas un kilo de sal igual acabas haciendo una visita al hospital… ¿Dónde está el límite con el flúor? Actualmente se estipula que la dosis mínima tóxica es de 5mg/ por kg de peso: para un niño de 10kg sería ingerir 50mg de fluoruro; equivalente a varios tubos de pasta juntos. Es decir; usados en la cantidad indicada, los dentífricos fluorados son totalmente seguros y efectivos para prevenir las caries.
Hay otros muchos mitos, pero su potencial lesivo es menor ya que se quedan en meras anécdotas. Cualquiera de ellos se puede desmontar con un poquito de ciencia, ganas y la mente abierta. En definitiva, solo somos física y química.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/04/09/mamas_papas/1523274614_781569.html